Solidaridad sin límites
Una muy querida amiga me contó la siguiente
historia que me impactó cual más y que le ocurrió a ella en una calle. Resulta
que un conductor imprudente, de esos que anda súper rápido sin saber porque,
atropello a una pobre patica que iba pasando de un lado a otro con sus cinco
críos. El alboroto fue enorme pues volaron plumas a doquier y el pobre
animalito quedó casi muerto en la vía, mientras que sus hijitos permanecieron a
un lado, llenos de confusión.
Nadie hizo mayor esfuerzo por ayudar, excepto
detener el ritmo de sus vehículos para evitar atropellarla de nuevo.
Netti, mi amiga, se bajó entonces de su carro
y fue y recogió la patica, se cuadró y luego la puso a lado de sus paticos.
Estando en esas se le aproximó un niño de unos siete años quien llorando le
dijo: gracias, muchas gracias, señora por tener compasión de la mama y de sus
hijitos. Ella dejo entonces a la madre pata con su familia, con la grata
sorpresa que esta empezaba ya a reaccionar favorablemente y de ver sus paticos
a acercársele más y rodearla de cariño, lo cual sin duda alguna le dio más
ánimos para recuperarse.
Esta sensible historia me acuerda de la
parábola del buen Samaritano que recogió y ayudó al herido, después de que dos
personajes lo habían negado su apoyo, quizás por ir demasiado de prisa o por
evitarse problemas, según su concepción de la vida. El ejemplo de la patica me
conduce a recordar acerca de cuantas veces no nos ha ocurrido algo similar con
un ser humano que requiere ayuda y que quizás, si se la diéramos de inmediato,
sin aprehensión alguna le salvaría su vida, tal y como aconteció en esta
historia.
http://ricardotribin.blogspot.com
Miami, Enero 9 de 2013
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